sábado, 19 de marzo de 2011

Tauromaquia o el Perfeccionamiento del Sadismo

Un análisis de los eufemismos usados en el discurso taurino y de la inconsistente y arbitraria argumentación de sus defensores, revelará a esta tortura reglamentada como una de las mayores mascaradas de la sociedad del espectáculo, a la vanguardia en la creación de simulacros. Tortura maquillada para ocultar las miserables realidades de un negocio que promociona la violencia incluso por canales mediáticos.


El toro:
Su ‘nobleza’ reside en la manipulación por parte de los ganaderos para obtener un animal que, ante el peligro, ataque sin pretender la huida. Genéticamente se buscan toros con mucho peso y poca fuerza, por si los puyazos del picador en el tercio de varas de la corrida, o los arpones en el tercio de banderillas -amén de las ilegales pero usualmente empleadas prácticas previas-, no fueran suficiente para quebrantarlo. 
En libertad, este herbívoro manso sólo combate contra otro frente a una vaca en celo. Empuja las testuces -no los cuernos- hasta que su contrincante cede. Sólo cuando es aislado de la manada se asusta y entonces usa sus cuernos no por bravura sino por miedo. 

-Las cuerdas vocales de los caballos de los picadores están seccionadas, para evitar que los relinchos de dolor molesten cualquier sensibilidad del público.

- Los riñones del animal en el burladero son golpeados con sacos de arena (para restarle fuerzas).

- Unos purgantes suministrados a la sazón le merman las fuerzas.

- Sus pezuñas son untadas con aguarrás, produciendo quemazón para hostigar su natural cachazudez.

- Los ojos son engrasados con vaselina.

- Torundas de algodón taponan la nariz del toro para aumentar su fatiga. 

Así es como sale a la arena, aterrado, encontrándose ante el único elemento móvil representado por la capa en vuelo. Estímulo al cual responde embistiéndolo ingenuamente en la lucha por aliviar el dolor que está sufriendo. 
El fraude tauromáquico reside en garantizar, disminuyendo a una de las partes, que la otra la destruya con crueldad. El dolor en el cuello provocado por las profundas heridas, que al igual que la hemorragia se agravan con el movimiento del animal, lo obliga a bajar la cabeza, posición indispensable para que el valiente torero pueda clavarle la espada. Aquéllo de que el toro no sufre es una farsa tan insostenible desde lo biológico que referirse a la ‘bravura’ y la ‘entrega’ de un animal acuciado por el dolor y la imposibilidad de huir es una burla más que lamentable. 
El espectáculo taurino propicia el aniquilamiento de la compasión de quienes participan y presencian la matanza, con vías a ocultar y/o tergiversar, los miserables detalles de su montaje. Com-pasión, que no significa lástima sino sentir con. Ponerse en el lugar del otro y padecer con él, com-padecerlo.

Capacidad que el ser humano posee independientemente de que la ejerza o no, y que es atacada de sentimentalismo por los cultores de ruindades ajenas, etiquetadas de tradicionalismo. Una sensibilidad alerta no podrá, sin embargo, anestesiarse, y en la configuración escénica del espacio-tiempo de la corrida, percibirá apesadumbrada la angustia de la muerte de quien es usado por simple divertimento. Sólo para los actores humanos hay representación, porque este ‘juego’ significa para el animal la pérdida de lo único que tiene y quiere: su propia vida.

No sólo la compasión está ausente, sino también la ética que deriva del uso de la razón humana, instrumento útil también para deducir que el dolor provocado voluntariamente es un mal moral, porque hay un acto específicamente provocado para causarlo. 
Junto a las numerosas fiestas populares españolas en las que se martirizan animales en medio de voluminosos gritos y agresivas borracheras, las corridas, en cualquier lugar del mundo, conforman una vergonzosa, cruenta sesión de tortura maquillada de costumbre, embebida de simulacro. 




Un espectáculo particularmente cruel, como sólo es capaz de planear el animal humano.

2 comentarios:

  1. Este caso, tanto como el de las focas es alarmante. Por un lado, no podemos omitir los avances tecnológicos y las riquezas artísticas que la humanidad ha dado al mundo. Por otro, esto sólo ha representado beneficios para la especie humana y no sólo eso sino que todo el avance científico se ha usado sistemáticamente en perjuicio de la naturaleza, a costa del "desarrollo". Esto, aunado a la gravísima crisis ética que aqueja a la sociedad del siglo naciente, explica la gran indiferencia de muchos hacia los actos crueles de otros. Festejo este espacio, como cualquiera donde se promueva el respeto por la vida y se busque crear conciencia colectiva al respecto.

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  2. Con el correr de las líneas,en los distintos apartados informativos sobre la crueldad humana, crece el miedo hacia nuestros congéneres. Matar con lujo de perversidad, alargando el dolor y haciéndolo intenso e inconcebible es una práctica que no solo debe horrorizarnos y avergonzarnos, sino convocarnos a ser parte del cambio, evitando que sigan estas masacres.

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